¿Que es el mal? Si Dios existe, ¿Como puede haber tanto mal en el mundo?
- Roberto Maravilla González
- 31 dic 2017
- 3 Min. de lectura
Quizá sea una de las preguntas más difíciles en la que a lo largo de la historia, una larga lista de filósofos han tratado de encontrar la respuesta hacia este problema. Algunos llegaron a poner en tela de juicio la existencia de Dios al no encontrar una respuesta adecuada. Una de las más conocidas es la famosa paradoja de Epicuro: «¿Es que Dios quiere prevenir el mal, pero no es capaz? Entonces no es omnipotente. ¿Es capaz, pero no desea hacerlo? Entonces es malévolo. ¿Es capaz y desea hacerlo? ¿De dónde surge entonces el mal? ¿Es que no es capaz ni desea hacerlo? ¿Entonces por qué llamarlo Dios?»
Años más tarde, el filósofo del siglo XIX John Stuart Mill formuló la objeción de esta manera: «Si Dios es como dice la teología clásica cristiana, omnisciente, omnipotente y omnibenévolo; el mal no debiera existir. En su omnisciencia sabría al respecto, en su omnipotencia podría evitarlo, en su omnibenevolencia querría hacer algo al respecto, por lo tanto, si hay mal, tal Dios no existe.

En el siglo XIII, el mismo Santo Tomás de Aquino, quién ha sido catalogado como uno de los más grandes teólogos en la historia de la Iglesia, formuló la objeción con más exactitud. Tomás decía: «Si uno de dos contrarios es infinito el otro sería destruido, pero Dios es llamado El Bien Infinito, por lo tanto, si Dios existe, no debería existir el mal, pero existe, por lo tanto Dios no existe».
Es la pregunta teológica más dura confusa y desconcertante que hay. Pero esto no quiere decir que no tengamos una pista sobre esta interrogativa. En el siglo, IV de nuestra era, El Gran San Agustín también se preguntaba sobre el problema del mal. —Si mi Dios me hizo bueno, ¿De dónde me viene pues el querer el mal— decía —¿acaso viene del diablo? Sí fue el diablo quién lo hizo, entonces ¿Quién hizo al diablo? Si él, siendo un ángel bueno, se convirtió en demonio por obra de una mala voluntad, ¿de donde le vino a él esa mala voluntad que lo convirtió en demonio? Todos estos pensamientos agitan mi alma— (Confesiones).
«Dios hizo todas las cosas. Bueno es Él y buenas son sus obras. Él es el Bien supremo, ellas son bienes inferiores; pero de todos modos, Bueno es el Creador, y buena es la creación» (ibíd.).
Agustín llegó a formular una de las respuestas más convincentes para la teología cristiana: «Pecamos porque tenemos un libre albedrío que se tuerce hacia las cosas inferiores. Y, el mal no tiene substancia, porque el mal no ha sido creado; porque de haber sido creado, sería obra tuya y toda tu obra fue buena».

La primera observación que haría sería está: «en estricto sentido el mal no existe, (No-ser) porque siempre es una falta, una privación de lo que debería haber ahí. No podemos pensar que Dios creó el mal y no hay que pensar en el mal como una fuerza positiva opuesta a Dios». La respuesta clásica articulada por San Agustín, Tomás de Aquino y un ejército de sus seguidores, es, que Dios permite el mal para poder traer un bien mayor. Para la fe cristiana, la única resolución adecuada a este dilema, es la que Dios mismo lleva a cabo en la cruz de Jesucristo. En esa cruz, la oscuridad de la condición humana se enfrenta al Amor divino y se transfigura en vida, en esa cruz, Dios llegó a los límites del abandono por Dios y convirtió a la muerte misma en un lugar de esperanza.
(Fuentes: Mons. Robert Barron y Las Confesiones de San Agustín).
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