¿Por qué ponemos al buey y a la mula en el pesebre?
- Hugo Villaseñor Magallon
- 20 dic 2017
- 2 Min. de lectura
Aunque se habla de que Jesús nació sobre un comedero de animales, el evangelio no menciona nada sobre la presencia de ellos. Desde luego, esto es comprensible. El objetivo del evangelio es anunciar el nacimiento del rey. Los detalles secundarios como si en aquél lugar había o no animales, no es algo relevante. Pero, por supuesto, hablar de un pesebre, trae implícita la idea de la presencia de animales en aquella región.

Pero la presencia del buey y de la mula escoltando al niño Jesús, se la debemos a san Francisco de Asís. Cuando el santo de los pobres erigió el primer nacimiento, ordenó poner un asno y un buey a cada lado del altar de la misa. No podemos imaginarnos la visión o el fundamento teológico que san Francisco utilizó para elegir a estas dos bestias. Quizá, su significado era simple. Que ambos animales dieran calor al niño con su vapor.
Ha sido el Papa emérito Benedicto XVI, quién ha encontrado a estas dos bestias un sentido teológico impresionante. En su libro La Infancia de Jesús, el Papa emérito relaciona la presencia de estos animales con el paisaje de Isaías 1, 3: "El buey conoce a su amo, y el asno, el pesebre de su dueño; Israel no me conoce, mi pueblo no me comprende". El Papa de la razón, con esta relación bíblica, nos indica que "todas las criaturas conocerán a su Creador". También los Padres de la Iglesia, relacionan al buey y a la mula con las dos bestias que escoltaban el arca de la alianza. Así, el pesebre se convertiría en el nuevo recinto que alberga a Dios, y los animales, las bestias que lo escoltan.
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