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Meditar con el evangelio de hoy - jueves 14 de diciembre de 2017

  • Roberto Maravilla González
  • 14 dic 2017
  • 2 Min. de lectura

En el evangelio de hoy seguimos viendo a Juan el Bautista que es una de las figuras más importantes de adviento.

El evangelista Mateo nos muestra la manera en que Jesús se expresaba de este personaje, «Yo les aseguro que no ha surgido entre los hijos de una mujer ninguno más grande que Juan el Bautista. Sin embargo, el más pequeño en el Reino de los cielos, es todavía más grande que él» (11,11).

¿A qué se refiere Jesús con todo esto? Las palabras de Jesús siempre han sido muy enigmáticas, una lectura superficial de este texto nos haría pensar que Jesús se refiere que Juan es menor entre los santos del cielo, pero mayor entre los que aún transitan por esta vida. Pero no es así.

En el texto completo del evangelista, en un primer punto vemos que Juan ya estando preso, manda a sus discípulos a preguntarle a Jesús si es a él al que tienen que esperar o deben esperar a otro. La respuesta de Jesús va más allá de un «sí» — Vayan y cuenten a Juan lo que están oyendo y observando: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia (11, 2-6).

Claro está que con la llegada de Jesús y su predicación «queda inaugurado el Reino de los Cielos», ya no está en un lugar que no podamos alcanzar, debemos entender que con la expresión «Reino de los Cielos» habla de él mismo. Él es Dios y con él, ha llegado todo su poder y su gloria.

Pero a Juan aún no le tocará participar en este nuevo Reino, él, al igual que Moisés, se quedará en el umbral de la «Tierra prometida». Moisés, siendo amigo de Dios, termina su vida en lo alto de un monte, observando desde lejos la tierra de la promisión (Dt 34,5).

Una clave para entender esto con claridad, nos la da el mismo Jesús: «Dichosos ustedes por lo que están viendo y oyendo; porque les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron (Mt 13,16).

La vida de Juan termina como terminaron en su mayoría todos los profetas, muertos por cumplir su misión de «anunciar y denunciar». Pero más tarde, en la hora en que Jesús sea glorificado, cuando haya sido elevado sobre la tierra, «atraera a todos ellos hacia Él» a participar en el Reino de los Cielos.

 
 
 

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