Con Jesús ha llegado la plenitud de los tiempos

En Jesús ha llegado la plenitud de los tiempos. Él es la «Palabra de Dios» anunciada por boca de los profetas. Es Él de quién Moisés había dicho «En aquel tiempo surgirá un profeta como yo» (Dt 18,15). Un profeta cómo Moisés que hablaba con Dios «cara a cara» (Ex 33,11) por decirlo así poéticamente, ya que Moisés siendo el hombre de confianza de Dios no se le permitió ver su rostro.

Jesús es el rostro mismo de Dios. De Él mismo se refirió a Felipe cuando éste le pidió qué les mostrará al Padre pues ya con eso les bastaría. Las palabras de Jesús fueron un tanto misteriosas para el Apóstol, no las comprendería sino hasta la cruz, «la hora del Señor». En esa hora donde el «cordero de Dios ha cumplido su destino». Dice: «Llevo tanto tiempo entre ustedes, ¿Y aún no me conoces, Felipe? El que me ve a mí, ve al Padre» (Jn 14,8). ¿Como no comparar este pasaje del Evangelio con Moisés en el libro del Éxodo, donde Moisés pide apasionadamente ver la gloria de Dios? El Señor le contesto: «Ahí tienes un sitio junto a mí, puedes ponerte sobre la roca; cuando pase mi gloria, te meteré en una grieta de la roca y te cubriré con la palma de mi mano hasta que yo haya pasado; y cuando retire mi mano me verás la espalda porque mi rostro no lo verás» (Ex 33,21).

Aquella petición que se le había negado en un principio a Moisés se cumple en un pequeño pueblo, en Belén de Judá. «Toda su gloria» pasa frente a nosotros. Dios nos muestra su «rostro» tal cual es, toda «su gloria» viene en un humilde niño indefenso; recostado en un pesebre, ya que no encontraron quien les diera posada. Pero ahora de manera viceversa, Él es quien se ha metido en la grieta, por así decirlo, para que nosotros lo busquemos en lo escondido. Ya que el poder de Dios siempre viene en el silencio, radica en la sencillez. ¿Nos estamos preparando para recibir a aquél que viene a pedir posada en nuestros corazones, que es donde realmente establece su reino?

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